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Es medianoche, papá está por llegar. Como siempre, mamá apoya una manta en el piso y nos sentamos juntas, me canta una canción e intenta hacerme dormir. Canta, canta y sigue cantando hasta que se da cuenta que no hago más ruido y por fin me dormí. Me acuesta sobre el sillón. Ella se queda sentada, mirando al vacío, esperando a que papá llegue.
Son las dos de la mañana, por alguna razón mamá piensa que estoy dormida pero nunca lo estoy. Siempre necesité de la presencia de mis dos padres para dormirme. Mamá sigue sentada sobre la manta, me mira, me acaricia y luego vuelve a mirar al vacío. Yo en su lugar hubiera prendido la televisión o habría leído un libro o más sencillo: hubiera ido a dormir. Pero ella siempre insistía en esperarlo hasta no dar más del sueño.
Se hicieron las cuatro. Ahora a mamá se le escapan algunas lágrimas. Dos, tres o tal vez cuatro. La cena que había preparado se enfría en la mesa. Ésta también se cansó de esperarlo. El silencio invade la casa, la tristeza el cuerpo de mamá y el sueño a mí. Nunca fui de preocuparme demasiado. Los ojos se me cierran solos, no aguanto estar despierta un minuto más pero aun así insisto, para acompañarla y no dejarla tan sola.
Suena el despertador, eso significa que son las seis. Como todos los domingos, ninguna de las dos durmió. Ella viene a levantarme para poder cambiarme y hacerme el desayuno. Abro los ojos con cansancio, tratando de fingir que recién me despierto, y puedo notar fácilmente que estuvo llorando. Me da un beso en la frente con mucha fuerza, con la fuerza que no pudo darle a papá cuando llegara.
A las seis y media ya estoy cambiada y empiezo a desayunar. Siempre lo mismo: café con leche y tostadas con manteca y azúcar. Mientras yo desayuno ella aprovecha a cambiarse. Cuando termina me peina y me perfuma.
La alarma vuelve a sonar a las siete. Eso indica que tenemos que irnos. Mamá apaga todas las luces, cierra puertas y ventanas, y me lleva a la entrada de la casa. Por último echa un vistazo, suspira y cierra la puerta con llave. Ya nos estamos yendo y ahí siempre recuerdo que papá nunca apareció. 

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